Esta semana en TelemedinaCanal9 hablamos sobre el estrés.
El estrés es bueno y adaptativo, es un sofisticado sistema de alarma y de defensa. Sin embargo, no siempre podemos estar en esa situación de alerta porque dicho estrés mantenido en el tiempo desencadenaría problemas de salud graves.
El sistema nervioso está formado por dos sistemas, el simpático que es el que se encarga de la activación, de la aceleración y del gasto energético y el parasimpático que nos permite descansar, relajarnos y reponer energía.
¿Qué ocurre entonces? ¿Por qué tenemos problemas de salud por causa del estrés?
Lo que está ocurriendo es que el ser humano ya no tiene amenazas reales de supervivencia, ya no tiene que luchar por su vida y ante hechos cotidianos tendemos a “inventar” amenazas, por lo que el estrés puede amargarnos la vida.
También es verdad que las diferentes condiciones de vida conllevan diferentes exigencias y demandas que afrontar y, por esta razón, promueven situaciones de desigualdad frente al estrés. Hay personas que tienen más contrariedades y amenazas que otras y, por tanto, tienen mayor probabilidad de tener encendido el sistema simpático y menos probabilidad de reponer las energías que gastan. Qué duda cabe que una persona que está en paro, que tiene especiales dificultades para llegar a fin de mes, que además tienen familiares enfermos e hijos que cuidar, que vive en un barrio con especiales riesgos y que tiene pocas oportunidades de ocio, de disfrute y de reponer energías, tiene una gran probabilidad de tener su sistema simpático crónicamente activado y hasta de enfermar y padecer desajustes emocionales. Cuanto menos control tenemos de los problemas que nos afectan mayor probabilidad de padecer mayor estrés.
Sin embargo, ante una misma fuente de estrés y ante las mismas condiciones de vida, hay personas que reaccionan de manera diferente a otras. Los seres humanos tenemos biografías diferentes y hemos aprendido a reaccionar y a pensar de manera diferente.Y así nos encontramos que ante una misma fuente de estrés hay quienes se alteran muchísimo y hay quienes, en cambio, apenas se inmutan. Un ejemplo muy claro es la situación de un atasco de tráfico, una fuente de estrés relativamente frecuente en las grandes ciudades y común a muchas personas.
Las personas que están afectadas por el estrés, aparte de estar más expuestas a un mayor número de preocupaciones y problemas, suelen encender su sistema simpático de manera repetida e incluso cuando no resulta necesario. En cambio, las personas que no se sienten desbordadas por el estrés suelen encender su sistema simpático cuando resulta necesario y lo apagan cuando no lo es. Lo encienden cuando han de afrontar un problema o han de hacer frente a una tarea o actividad que les exige estar activados y lo apagan cuando necesitan descansar, dormir o recrearse plácidamente en los placeres de la vida y del ocio. Así, por ejemplo, cuando una persona va a la cama a dormir y no consigue conciliar el sueño porque está anticipando algún problema o tarea pendiente a los que ha de hacer frente al día siguiente, está encendiendo su sistema simpático de manera innecesaria cuando debería tenerlo apagado.
Al igual que puede ocurrir con la experiencia de estar en un atasco de tráfico, hay personas que, en lugar de esperar a que el atasco pase y que la primera reacción de inquietud pase, pueden enredarse en reacciones que no solo no sirven para resolver el atasco sino que se sobre-activan más aún: tocan el claxon desaforadamente, salen del coche, miran el reloj constantemente, se lamentan de la pérdida de tiempo o se enervan y gritan ante pequeñas contrariedades e incidentes que tienen con el resto de automovilistas. Y todo ello lo hacen porque están activados, están con el sistema simpático encendido, sin percatarse que cuanto más lo hacen más encienden el sistema simpático. Es una manera de meterse en el camino del sobre estrés. Por el contrario, hay quienes siguen
en su coche, cierran sus ventanillas, aprovechan la oportunidad para oír música o los debates de la radio y toman esta situación como una oportunidad para descansar y relajarse. Es una manera muy diferente de reaccionar y de meterse en el camino de afrontar el atasco de una manera saludable. Esta manera de reaccionar puede estar al alcance de la mano de aquellas personas que, incluso, han de hacer frente a muchos y variados
problemas pero que no sufren el desgaste del sobre-estrés, precisamente, porque han aprendido a reaccionar de esta otra manera.
¿Qué soluciones puedes darnos para combatir nuestro estrés día a día?
Una cosa es tener en cuenta lo que los demás piensan, que puede resultarnos muy útil para conducirnos mejor por la vida, y otra muy diferente es preocuparnos en exceso por esas opiniones hasta el punto de atormentarnos y paralizarnos.
Hay un dicho que dice “el ser humano es el animal que tropieza 3,4, 5,.. y 100 veces en la misma piedra, y es normal!”. En efecto, resulta algo habitual que los seres humanos cometamos errores y fallos en nuestra vida cotidiana y ello resulta tan habitual como el que salga el sol todos los días. No por salir el sol todos los días nos preocupamos en exceso; sin embargo, algunas personas sí suelen hacerlo cuando cometen algún error por pequeño que sea. Hay personas, en cambio, que caen en la cuenta de que la reacción excesiva de estrés nos les hace mejores, por el contrario, puede ser una condición para que se equivoquen más a menudo.
Estas personas llegan a reaccionar de otra manera más saludable
Hay personas que se amargan la vida con suma facilidad cuando, una y otra vez, se plantean “¿Y si hubiera hecho esto o aquello, esto no hubiera ocurrido?”, porque los acontecimientos actuales no resultan de su agrado y se lamentan de no haber actuado de otra manera o, mirando al futuro, se preguntan “¿Y si actúo de esta manera
y luego me arrepiento?”. Se enredan con los “¿Y si..?” llegando a paralizarse y a atormentarse.
¿Se puede manejar el estrés por uno mismo o es necesario la ayuda de un profesional?
Cuando el estrés se convierte en patología, y nos produce problemas de salud, como insomnio, dolores de cabeza de espalda de estómago u otro tipo de enfermedades psicosomáticas si es necesario pedir ayuda de un profesional. Sobretodo porque el estrés tiene que “atajarse” de dos formas, resolviendo hábitos cotidianos de pensamiento y hábitos de acción, es decir, de actividades. Esto no es fácil realizarlo sin la ayuda de un profesional porque tendemos a sobrevalorar nuestra capacidad de abarcar las cosas y es necesario marcar unas pautas y asumir las limitaciones dando prioridad a la salud y principalmente lo más difícil de cambiar son los pensamientos como el «y si…», el preocuparse por la opinión de los demás o por cometer errores. Son pensamientos automáticos que requieren el cambio de la mano de un profesional experto.
Gracias por estar ahí una vez más
LA FELICIDAD ESTÁ EN TU MANO
Fuente: El estrés y el arte de amargarnos la vida. Instituto de salud pública LíneaMadrid